En mi cuarto estaba el altar; era un mueble especial con campanitas en las puertas, las cuales se tocaban antes de abrirlas. Dentro están las imágenes de los Dioses.
Era la primera en levantarme en la casa ya que mi clase era muy temprano por la mañana. Me bañaba antes de cambiarme, por suerte tenia ducha… con agua fría pero ducha al fin ya que no es nada raro que tengas que bañarte con balde y un jarrito con el cual hechas el agua sobre tu cuerpo… en el sur de India; donde estaba estudiando siempre hace calor y el agua caliente es algo difícil de encontrar.
Había que peinarse muy bien. Raya al medio y el pelo bien recogido, con la ayuda de aceite de coco era excelente, no quedaba ningún un pelo fuera de lugar.
Me ponía el pantalón, la choli (una remera corta y ajustada al cuerpo) y entonces era el momento de desayunar. Descubrí que no tenia que ser mucho; sino durante la clase tendria un subi/baja de banana, yogurt y arroz.
Antes de salir …. El gran momento. Ponerse el Saree, una tela de 5 metros y medio de largo, en la cual te enrollas y queda una especie de vestido. Cómo era nuevo tenia mucho almidón, a los indios les encanta almidonar todo!!! Con lo cual al ponerlo, la falda plegada quedaba parada y era imposible ocultar que eras la nueva en la escuela.
Era todo un trabajo aprender a ponerlo bien para que nos permita bailar y no quedar atrapada en la tela durante la danza, todo un arte.
No se podía empezar la clase si el Bindi (circulo rojo que va en el entrecejo, simboliza el tercer ojo lugar de la percepción espiritual) no estaba puesto.
Al llegar a la escuela sabía si estaba o no mi maestro si encontraba sus zapatos en la entrada. Ahí debía dejarlos yo también para ir caminando descalza hasta el salón de clases.
Juntar las manos frente al pecho una pequeña inclinación y Namaste era nuestro saludo. Imposible darle un beso en la mejilla, eso hubiera sido terrible … desaprender lo aprendido para dar lugar a lo nuevo.
La clase comenzaba recitando unas oraciones en Sanscrito. El primer día veía como mi maestro paciente y contento me las iba enseñando y luego terminaba recitándolas él, yo pensaba es imposible, son muy largas… es una V o una U, no entendía nada. Pero cada día la recitábamos juntos, el me ayudaba a encontrar el sonido y la melodía. Luego continuaba el saludo al cielo, la tierra y a los maestros para poder empezar hacer nuestro trabajo.
Las clases eran muy fuertes pero yo estaba feliz ante el desafío que cada día me presentaba. Estaba lejos de todo lo conocido y mi atención y energía estaba dirigida a aprender este arte tan bello y milenario. A veces a la clase venían otros estudiantes indios. El compañerismo y amor se respiraba en toda la escuela. Como aprendí en las oraciones que recitábamos Sahana Bavathu, Todos Juntos unidos por el amor a este Arte.
2007 Silvia Rissi
Escuela de Danza Clásica de la India – DurgaMa – www.durgama.com.ar